Los Reyes Católicos escogieron Granada como lugar para su enterramiento. Y sería su voluntad que, a partir de ese momento, la ciudad acogiera los restos de la familia real.
A tal efecto, ordenan la construcción de un panteón que debía situarse junto a la nueva Catedral. Y ese es el edificio que hoy conocemos como la Capilla Real, una delicada joya en el corazón de la antigua medina islámica.
Los planes cambian cuando Carlos V decide retirarse a Yuste y su hijo Felipe escoge la Villa de Madrid como capital. Cerca de la nueva sede de la Corte se levantará el excepcional convento de San Lorenzo del Escorial, hasta hoy espacio para el reposo de los miembros de la realeza española.
Pero Felipe II respetó la voluntad de aquellos cuyo deseo fue descansar en Granada. Los cuidados mausoleos de mármol nos muestran a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, de un lado; y a Juana I y Felipe (el Hermoso) de otro.